BÀSQUET

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dimarts, 16 d’abril del 2024

MIL Y UNA MÁS

No ha sido fácil aparcar. Ha quedado un poco apartado pero ya está. Al salir del coche se puede oír a lo lejos el tronar de tambores y el que seguro, debe ser un ensordecedor trinar de cornetas y vuvuzelas. Señal inequívoca de que en el recinto está sucediendo algo importante.  Cargado con todo lo que puedan necesitar, incluido balones por si acaso, voy al encuentro de la mejor docena de personas que hay para lo que nos espera. Ya deben estar allí esperando, seguro.

Los decibelios aumentan a medida que voy acercándome, pero sin molestar, al contrario, es la banda sonora ideal para los que amamos esto. Sonido constante de tambores y cornetas, acompasados mínimamente y mezclados con puntas negativas de falso silencio que se rompen de vez en cuando con ensordecedores gritos de euforia, seguidos de más golpes a los tambores. No se oye el botar del balón ni el característico sonido de la pelota entrando por la garganta de cuerda de la canasta, pero desde fuera puedes imaginar qué está sucediendo. Los silbatos de los jueces, a veces seguidos por un cerrado murmullo, interrumpen la sinfonía que arrancará de nuevo cuando se reanude el juego.

Ahí están. Serios, concentrados, con una sonrisa forzada intentando mostrar una falsa tranquilidad. Se les ve tensos, pero también seguros, decididos y preparados para lo que se les presentará en poco menos de una hora. Como es ya costumbre, un pequeño abrazo a modo de saludo a cada uno de ellos cierra la citación y sin necesidad de decir nada, tomamos el camino hacia nuestras localidades de participantes.

A falta de un parcial para que termine la contienda en juego, llega el momento de ir a vestuarios. Algunos vendajes y aplicaciones de crema de calentamiento después de haberse cambiado, coincidirá con el final del partido anterior. Ha llegado el momento de saltar a pista y entonces… se hace el silencio.

Ya no hay nada. Solo ellos doce, Tomeu, Marta y yo, Mario en la grada y el otro equipo al otro lado. Saludar a los árbitros y dar las cuatro consignas rutinarias para el calentamiento. Se mueven como una bandada de estorninos en su hipnótico baile. Coordinados, aplicados y concentrados, en un silencio sepulcral mientras realizan sus rutinas de calentamiento. Los cambios que aplico a estas, son trasladados por el eco, el capitán del equipo. Después de las piernas, saludamos a los nuestros, “yo soy porque nosotros somos” #UBUNTU… y a coger pulsaciones…

Últimas consignas: Vamos a tener que pasarlo mal atrás… vayámonos con una sonrisa hacia adelante.

El balón ya vuela…

Soy el entrenador del mejor equipo junior masculino. Esa fue la aseveración con la que llené el anterior post de este blog y sigo pensando que es así y pocos, por no decir nadie, podrán descabalgarme de esa idea. El vestuario fue testigo de lo que de ellos pienso y en el vestuario debe quedarse.

No tiñáis vuestra trayectoria, con el color de los marcadores encajados. Elegid vosotros el que más os guste y aplicadlo. Yo le he puesto dorado.